He decidido iniciar este blog con la inspiración de unos días en Atenas, en donde curiosamente o causalmente tuve la oportunidad de toparme con la imagen Seshat en uno de los museos que visité en donde tenían una colección egipcia, y recordar así mi propósito con la escritura. Atenas no solamente le brindó calor a mi cuerpo (Temperatura promedio 17oC – 22oC) sino que además alimentó mi alma con numerosas situaciones que hoy encuentro difícil de resumir. Haré un intento para hacer honor a la lucha contra el olvido pues hoy regreso a Londres con un equipaje invisible de experiencias y aprendizajes. La mayor alegría fue estar de frente a la Acrópolis y contemplar su imponencia, evocando un poco lo que en su momento fue y viendo claramente lo que el Hombre puede llegar a Ser, a vivir, a construir cuando se nutre de una presencia divina. Cada lugar, cada templo, cada escultura en honor a los dioses; se habla de iniciaciones, de historias y mitos “asombrosos” para nosotros en donde hay héroes en batallas guiados por la sabiduría de Atenea; en donde Sócrates y Platón plantearon su filosofía, ideas que a mi parecer siguen estando vivas; en donde un Oráculo representaba una parada esencial de muchos que buscaban conocer su futuro; en donde Dionisios celebraba con vino las victorias, entre otras.
Con una sonrisa en mis labios caminé en las aguas de Poseidón y frente a ese Mar Mediterráneo el sol se fue ocultando obsequiándome una vista que pretendí capturar con mi cámara, con el temor talvez de olvidar lo que un instante como ese me hace reflexionar interiormente.
Y mientras escribo veo desde un avión nuestra Tierra, todo un rompecabezas de colores, una mezcla de retazos de diversos tamaños. Y pensar que en cada pieza hay belleza, hay historia, hay una expresión de lo que yo llamo “fuerza superior”. A veces estos viajes a otros lugares se tornan como el largo viaje de Ulises en busca de su Itaca. Finalmente el gran viaje es el que hacemos en nuestro interior, lugar en el que hay zonas oscuras y luminosas, en donde podemos enfrentar incluso un Minotauro – aparentemente invencible – o incluso hacernos amigos de las musas que mueven nuestra capacidad de asombro ante la realidad que nos rodea.
Gracias Atenas por aquello que has fortalecido en mi, porque con tu magia me transportaste y entre dioses pude de nuevo sentirme como la guerrera que asume con mayor inteligencia los retos cotidianos.
domingo, 21 de febrero de 2010
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