Regresaré pronto a Londres con algunas pocas palabras en italiano que espero conservar en mi mente hasta una próxima aventura en esta bota itálica en la que brevemente y sin exagerar puedo decir pase unos días maravillosos en compañía de una familia colombo-italiana. Vine inicialmente a Bérgamo a reencontrame con una amiga colombiana, la cual fue mi profesora cuando yo era pequeñita. Me he sentido como en casa, creo que he sido adoptada por unos días y eso lo percibo ante la profunda generosidad que no creo yo tener. Pensé en esa valiosa virtud de dar y como muchas personas, en este caso esta familia en particular, tiene esa actitud de entregar sin condición. Muchas de las veces cuando damos y somos generosos es porque hay una pequeña dosis de interés, un deseo por sacar provecho o por lo menos de recibir un reconocimiento. Como quisiera erradicar este tipo de acciones en mi vida en donde se espera recompensa.
Recuerdo mientras escribo aquel cuento que narra que una vez un hombre se encontró con otro hombre y este segundo estaba sembrando unas semillas en el camino. El primer hombre se acercó y lo cuestionó sobre lo absurdo que era estar sembrando semillas por todo el tiempo que implicaba esperar para obtener los frutos. Y el hombre continuó haciéndolo mientras decía algo como “aquellos árboles que yo he disfrutado y de los cuales he podido recoger frutos los sembró alguien que pensó en los que vendrían después”. Y eso es dar sin esperar, eso es entregarse sin egoísmos. Como parte de una sorpresa familiar resulté yendo a Milán y a Venecia. Y lo positivo de no planearlo es que aquello que llegó fue bienvenido y las expectativas que había construido de alguna manera no solamente se cumplieron sino que sobrepasaron mi pensar. Recorrí algunos de sus sitios turísticos compartiendo un poco y esta vez tomando menos fotos de lo que usualmente tomo. Italia me dio calor humano y del sol también; me regaló un buen sabor de pasta, pizza y helados; recorrí lugares que me hacían pensar en una vida más tranquila y en el contacto con la naturaleza.
Es increíble como los lazos que se han construido en algún momento se sigan manteniendo a pesar del tiempo y de la distancia. Vi fotos de mi niñez en las que compartía con mi amiga y ahora siento que puedo mirar sus ojos y leer un poco en ellos de su propia historia y de lo que en algunas conversaciones pudimos compartir. La generosidad será parte de mi reflexión para las próximas semanas. Estoy segura que si todos diéramos un poco más, incluso, estoy casi segura que si lo damos todo nunca nos faltará porque es como una fuente permanente que fluye, que va y viene sin que haya necesidad de esperarlo.
lunes, 3 de mayo de 2010
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Así es,querida hija.Acabo de regresar a Cali luego de haber compartido en Stgo. y Bs. Aires la generosidad de amigos que nos conocimos hace 40 años y gracias a la tecnología nuestra amistad se ha enriquecido y pude disfrutar de sus atenciones y su afecto incondicional. María Luisa y familia también se portaron muy bien conmigo hace 3 años que los visité. Si confiamos en el futuro nada nos faltará. Dios la siga bendiciendo y a todos aquellos que se cruzan en su camino. Besos, mum
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