Mientras hablaba de Buda y compartía con otras personas las enseñanzas de este Maestro Espiritual venían muchas ideas a mi mente de lo que es la vida, de cómo nos resulta tan complejo comprender que las cosas en este mundo son pasajeras. Todo viene y se va, llega y parte, sin que podamos hacer nada al respecto porque esa es la naturaleza de este mundo material en el que estamos inmersos. Tan solo la esencia del ser permanecerá y para quienes creemos que a este mundo hemos de regresar, pues esta esencia encontrará de nuevo la forma de manifestarse para seguir un proceso evolutivo y de crecimiento. Solemos poner nuestra felicidad en manos de objetos, de situaciones, de seres que nos rodean; y entonces cuando algo de esto nos falta o nos falla pareciera que estuviéramos condenamos a sufrir, a recorrer la senda de la infelicidad.
La felicidad es un estado interno al que se llega sin dependencia alguna en el mundo externo – o por lo menos a esa conclusión he llegado hasta el momento después de leer a Buda y de recordar algunas palabras sabias de Plotino. Pero como no estamos muy conscientes de la realidad, de aquello a lo que llamamos real, pues terminamos apegándonos a lo ilusorio y pasajero. Un día no planeado la vida nos muestra que se trata de una rueda – la rueda del Samsara – en donde hay subidas y bajadas, nacimientos y muertes, luces y sombras, días y noches, triunfos y derrotas, y así sucesivamente. Una rueda en la que estamos destinados a permanecer mientras no hayamos alcanzado la liberación o lo que los budistas conocen como el Nirvana. Y no por ello debemos sentir que no hay al respecto por hacer, sino por el contrario, el ejercicio es estar conscientes de nuestra actitud, de nuestras reacciones, de nuestras justificaciones para hacer o no hacer algo, de nuestras tendencias a reproducir lo que el sistema nos vende o lo que hemos heredado de nuestros padres.
Afortunados aquellos que pueden ver más allá de la superficie para divisar a lo lejos las estrellas, aquellas que nos guiarán a las profundidades de nuestro ser.
Quisiera igualmente compartir algunos ejercicios que pueden llegar a ser útiles para quienes deseen acercarse a la filosofía budista o simplemente experimentar un poco con el objetivo de Despertar.
• Caminata consciente: aquellos recorridos que hacemos a diario a pie los podemos aprovechar para estar en contacto con nosotros y descubrir que hay rincones que aún no hemos explorado en nuestro interior.
• Preguntarnos: Es realmente cierto? A veces hay ideas que rondan en nuestra cabeza sobre algún comentario, alguna situación en particular, etc. En vez de seguir alimentando esta idea, podemos hacer un alto y preguntarnos si eso es cierto. Muchas veces nos damos cuenta que no vale la pena desgastarnos con juicios destructivos que otros hacen para con nosotros.
• Diario: al final del día escribir unos breves renglones sobre algo que hayamos notado en particular, algún aprendizaje, alguna inquietud, alguna reflexión. Regresar con el tiempo y leer aquello que hemos escrito no solamente es interesante sino que nos permite ser cómplices de nuestro propio proceso.
• Meditación o momento mágico: concentrarnos en la respiración y trayendo de nuevo nuestra atención cuando la mente se dispersa y se haya viajando por los múltiples pasadizos con los que juega. Se recomiendo hacer un conteo de 1 a 8 y regresar de 8 a 1 y así seguir. Contar nos ayuda a centrarnos más.
• Dieta cultural: asistir a eventos culturales, a presentaciones de ballet, de ópera, visitar museos, galerías de arte, bibliotecas, ir a charlas, a talleres, a cine. Todo lo anterior nos alimenta y nos nutre de una manera positiva.
• Lo que no quiero cambiar: para identificar nuestras luces es bueno tomarnos el tiempo para hacer un listado de aquello que no queremos cambiar. Estas son nuestras piedras fuertes en las que podemos sostenernos mientras trabajamos en las sombras que también hacen parte del paquete con el que venimos.
• Salir al campo: buscar espacios en los que podamos estar en contacto con la naturaleza para recargarnos de energía. La naturaleza es un libro abierto para aquel que está dispuesto a leer las maravillas de la vida. Observar un árbol, un camino de hormigas, una gota de rocío, el sol ocultándose para dar bienvenida a la noche; observar y compartir con nuestra tierra es vital.
• 1 acto consciente: escoger a diario un acto en el cual queramos practicar la presencia consciente. Puede ser lavando los platos, cepillándonos los dientes, comiendo, cocinando, entre otras. Durante ese periodo que no debe ser muy largo, nos proponemos vivirlo a plenitud.
• Atención a nuestros monólogos: nuestra mente es increíble y con frecuencia nos ofrece una serie de películas de drama que si estamos atentos podemos darle un final feliz en vez de alimentar esos diálogos que nos acostumbramos a tener.
Deseando que cada uno sepa encontrar el camino adecuado para encontrarse a sí mismo, la cual parece ser una tarea de nunca acabar.
jueves, 22 de julio de 2010
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