viernes, 8 de abril de 2011
El despertar
Había amanecido nuevamente. Eso le recordaba a aquella mujer que un día nuevo había empezado, que la vida una vez más le obsequiaba la oportunidad – obsequio que se reducía en 24 horas más -. Deslizó su cuerpo y agregando voluntad se levantó de la cama como solía hacerlo a diario pero esta vez notó que algo había cambiado. Aquel lugar en el que se encontraba ya no le era familiar sino extrañamente desconocido. Dudando de sus pasos decidió recorrer la oscura habitación. Esta no era muy grande y para mayor sorpresa no tenía ni puertas ni ventanas, tan sólo se veía un gran espejo hacia el fondo. La mujer lentamente se acercó a él con un poco de miedo pues aún no comprendía lo que estaba sucediendo. Al hacerlo vislumbró la imagen de una niña con mirada transparente, cabellos claros, piel blanca y en cuyo rostro se dibujaba una sonrisa. La mujer cerró los ojos por un instante y sin poder evitar las lágrimas brotaron al reconocer que la pequeña era ella misma hacía unos años atrás. Muchos recuerdos vinieron a su mente; evocó a sus padres – con quienes ya no vivía -, sus palabras, los momentos compartidos y todos aquellos lugares que había conocido. Recordó sus canciones favoritas, las muñecas que adornaban su escritorio, los juegos con sus amigas del colegio, las travesuras, las promesas de amistad eterna, las fiestas, el circo, la navidad, los sueños…. y tantas cosas vividas y hasta entonces olvidadas.
Se apartó rápidamente del espejo queriendo esquivar ese sentimiento que la invadía y en una esquina de la habitación dejó caer su cuerpo, debilitado y triste por el inesperado encuentro. Se mantuvo en silencio intentando organizar y comprender sus ideas y devolviéndose en el tiempo encontró que no todo lo que había soñado de niña se había realizado, que muchas habían sido las cosas que se habían modificado y que talvez había sido muy ingenua al creer que en sus manos estaba el destino. A pesar de ello, cierta tranquilidad penetró su ser en los siguientes minutos y aceptando lo que había sido, lo que había hecho y dejado de hacer, rompió por primera vez un eslabón de aquellas cadenas que empezaban a ser visibles para sus ojos. Entonces, fue como tomar de la mano a la pequeña y descubrir que eran una, que estando separadas hoy volvían a juntarse de nuevo con la seguridad de que permanecerían así hasta el final de su existencia.
El tiempo galopaba constante mientras la habitación seguía oscura, solitaria y silenciosa. Por segunda vez, la mujer decide acercarse al espejo, algo inquieta por lo que vería pero con la certeza que no estaba sola. Una luz blanca brotó del centro encegueciendo por un momento a la mujer. Cuando pudo recobrar la visión, miró de frente a una joven atractiva, de cuerpo esbelto, cabellos largos, rostro tierno pero mirada perdida. De nuevo sus ojos parecían empaparse e intentando articular palabras emitió un grito desesperado al reconocer y revelar que su alma de joven había estado vacía mientras su cuerpo cautivaba a muchos hombres a su alrededor. No contando con muchas fuerzas para desplazarse, colocó sus manos sobre el espejo queriendo por un segundo romperlo pero, en el fondo algo le decía que no era necesario o más bien, que no serviría de nada pues lo que debía seguir rompiendo eran las cadenas que la ataban, aquellas que crecían y se hacían más fuertes con el paso de los años. Respiró profundamente y arrodillándose pidió a la diosa Atenea le indicara el camino, pues todo era oscuridad en su vida y la antorcha que creía tener se había desvanecido por lo ocurrido en la habitación. En pocos minutos la mujer quedó profundamente dormida.
Mientras ella descansaba, algo extraño empezó a suceder. De su pecho surgió una guerrera con silueta elegante y armadura que reflejaba las antiguas batallas. Portaba una espada, cómplice de las continuas luchas en las que participaba y tomándola entre sus manos y elevándola hacia el cielo taciturno, la colocó al lado de la mujer que yacía dormida en ese lugar. Algunas horas transcurrieron para que ésta despertara y con asombro encontrara el mágico objeto. Al verla, detalló su belleza pero también su filo, capaz de derrotar a cualquier minotauro. Al cogerla y acercarla a su cuerpo, un aire de victoria se percibía en el ambiente. Con una inspiración y una fuerza interior que no lograba comprender con la razón, la mujer se puso de pie y mirando con firmeza se sintió dispuesta a continuar la batalla. ¿A quién enfrentaría? ¿Dónde sería la batalla? Con claridad la mujer conocía las respuestas: Lucharía contra sí misma para vencerse, superarse y conquistarse. Lucharía contra sus vicios, miedos y temores. Lucharía contra sus propios dragones. Dicha batalla sólo tendría lugar en su interior.
Fue en ese preciso momento y no antes, que aquella mujer había dado el primer paso en el sendero. Y aunque despertándose inmediatamente en su habitación con un sol radiante en la ventana, ella, sólo ella sabía que lo sucedido: no había sido un sueño….sino real. Su corazón palpitaba aceleradamente al sentirse capaz de remontar el vuelo y perderse en el horizonte. Por fin había llegado el día para hacerlo y su alma lo celebrada. Hoy, son muchos los que como ella buscan salir victoriosos de la gran batalla, esa batalla que no es más que nuestra cotidianidad pero que en ocasiones nos inhibe soñar, volar y llegar hacia costas lejanas y mejores.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Excelente! que hermoso texto, merece ser enviado a concursar no por lo que puedas ganar, sino mas bien por premiar a mas gente con la lectura de el. FASCINANTE!
ResponderEliminar