domingo, 10 de abril de 2011
Somos un poco de todo
Gracias a las inquietudes de una de mis lectoras y amiga inspiradora en el ejercicio de escribir, he recordado las enseñanzas que hace algunos meses tuve la posibilidad de escuchar en una conferencia sobre filosofía budista. Al terminar la charla no sólo se produjo en mi un cambio mental sino que además sentí un alivio en mi alma porque comprendí que “somos un poco de todo”. Pretender ser perfectos es un absurdo y un desgaste que no vale la pena y al decir esto lo reconozco en público y con humildad que me rindo en esta lucha.
Soy un ser de luz pero también poseo oscuridad. Amo y odio, grito y callo, oro y me quejo, pienso y siento, vivo y muero a diario. Cuento con claridades pero son muchas y variadas las inquietudes que con frecuencia florecen. Sé que tengo cualidades y virtudes – ustedes las conocen más que yo – pero tengo igualmente debilidades que permanecen y a veces hasta las encuentro más fuertes que antes, causándome un pequeño dolor en el pecho. He tenido logros y conquistas pero tan sólo mi alma sabe las veces que he llorado ante el fracaso, cuando tropiezo y en el suelo me rehúso a aceptarlo. Disfruto repartir sonrisas y comentarios graciosos que alegran y divierten a quienes me rodean, pero también se frunce mi seño, se ruborizan mis mejillas, se hacen nudos en mi garganta cuando hay algo en frente que no logro digerir.
Soy feliz cantando, bailando – incluso sola en mi cuarto -, leyendo, escribiendo, soñando, fantaseando con mi mente, cerrando mis ojos al escuchar una pieza musical, dejando expresar mi sensibilidad, sintiendo el agua recorrer mi cuerpo, viéndome desnuda frente a mi espejo interior, hablando con gente de temas que considero profundos, observando la gente y lo que hay a mi alrededor. Siempre he creído que soy muy sociable y más de 300 amigos en facebook apuntarían a confirmarlo. Pero temo confesar que he empezado a notar que no construyo lazos fácilmente, que en ocasiones se me hace difícil abrir el corazón y entonces me cubro como si necesitara protegerme, como si algún temor inconsciente brotara de la nada. Y pido disculpas si alguna vez lo han notado, si parezco estar escuchando y no lo hago por el egoísmo ridículo de tomar la palabra y derramar cual cascada mi discurso.
Mi alma sabe y conoce lo que es puro y verdadero. Por eso se me permite recordarlo y reflexionarlo con bastante frecuencia. Confieso finalmente que quien realmente me conoce ha visto ambas caras de la misma moneda: una hermosa y quizás atractiva, otra oscura y destructiva. El poder aceptar esto en mí me facilita reconocerte a ti, a quien ahora lee estas líneas, como un ser que tiene derecho a expresarse en sus múltiples facetas sin necesidad de ocultarlas ni negarlas. Poder ser quienes somos, sin velos y sin la preocupación de defraudar aquellos que esperan y desean que seamos de otra forma, es la expresión más grata y satisfactoria que podemos regalarnos a nosotros mismos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Que confesion tan exquisita...
ResponderEliminar