"Señora de los libros", "Señora de la Escritura",

martes, 30 de marzo de 2010

Caminando hacia el Sol Primaveral

El sábado 20 de Marzo salimos con unos compañeros a realizar una caminata nocturna – la misma que tuve la oportunidad de realizar el año anterior – hacia las afueras de Londres. Todo inició tomando un tren a las 12:15pm y en la estación indicada comenzamos a caminar a eso de la 1am. La noche estaba oscura, la luna no se dejó ver y debido a la lluvia el camino estaba algo embarrado. Sin embargo, la inspiración era clara y todos sabíamos que a las 6am recibiríamos el Sol como símbolo del inicio de la Primavera. Mientras cruzábamos por caminos espesos entre árboles, habían instantes en los que compartíamos alguna que otra palabra con otro caminante, o también, por el contrario nos dejábamos sumergir en el silencio. Lo curioso es que cuando uno está en silencio la mente empieza a generar monólogos, todo tipo de reflexiones y conexiones que con frecuencia se nos escapan a la comprensión racional. Que útil sería aplicar las enseñanzas budistas de estar conscientes de aquello que entra a nuestra mente porque ahí es cuando identificamos esos diálogos internos que a veces son constructivos y otras veces son dañinos.

Observar la naturaleza nocturna me permitía ver su belleza de otro color y algo gracioso era que para uno un tronco gigante en el camino ( como un gran obstáculo! ) se reducía a una rama, lo que parece un lago es un pequeño charco, las ramas forman figuras abstractas, los sonidos se multiplican y los sentidos se abren a una maravillosa sensación de unión con el Cosmos. Tuvimos dos descansos en medio de las 7 horas que caminamos y debo reconocer que tuve un periodo en que mis párpados descansaban mientras mi cuerpo seguía en marcha confiando en quien iba en frente pues esa era la clave para no extraviarse y para continuar a pesar de la oscuridad. Recordé la caminata del año anterior – mi primera en Londres – y como en esa época yo estaba atravesando por otras situaciones, esperaba con ansias que algunos proyectos personales se concretaran y tal vez sin la sabiduría de ir despacio sino por el contrario con un afán absurdo de ver realizados todos mis deseos.

Este año marzo me ha ofrecido otra mirada más en relación con los ciclos que se cierran y se renuevan, con la luz venciendo la oscuridad, con la posibilidad de replantear ideas, cuestionar paradigmas, soltar juicios, y tomar decisiones como Arjuna en el texto de Baghavad Gita. Y siento que un nuevo año ha iniciado, no en enero sino en marzo pues además coincide con mi cumpleaños lo cual simboliza renovación. Las experiencias cotidianas se pueden tornar en alegorías para comprender la vida tal y como es y llego a la conclusión que se trata de andar incluso cuando no hay luz, que se trata de conservar la fe en un nuevo amanecer y que lo que a veces representan obstáculos no son más que oportunidades para hacer crecer nuestra alma que pide a gritos acción pues no disfruta la inercia. Que la Primavera siga expresándose a mi paso mientras otros y yo aprendemos a apreciar lo que un nuevo rayo impregna a su paso.

lunes, 29 de marzo de 2010

En medio de una conversación de hombres

Hace unas semanas venía de regreso a casa en el mismo tren de siempre cuando un par de hombres se sentaron en las sillas de enfrente y sin pensar que hay más gente en Londres de lo que uno cree que entienden el español, iniciaron un diálogo en el cual yo fui partícipe sin ser invitada. Uno de ellos era español y el otro era peruano y este último, diría yo, llevaba poco de estar viviendo acá. Su tono de voz, su curiosidad, sus deseos de expresar, su naturalidad, así me lo comunicó. Pero entonces de un momento a otro empezaron a abordar una temática bastante interesante: las mujeres. Ambos coincidían en decir que con frecuencia se topaban con mujeres muy bonitas y atractivas, de esas que pareciera usaran 2 tallas menos o ahorran en tela para salir medio desnudas cuando yo en cambio necesito cubrirme con bufandas y sacos. Y los minutos transcurrían mientras uno hablaba de lo que para él era importante vivir en un primer encuentro con una mujer pues él consideraba ya no era un adolescente y podía ir directo al punto. Pronunció lo que yo alguna vez había leído o comentaba con amigas “Yo no le pierdo tiempo a una mujer si no me lo da desde la primera cita”. Para quien lo duda “dárselo” es tener sexo, ni siquiera es “hacer el amor”.

El otro hombre se reía aprobando dicho comentario mientras yo pensaba en lo superficial que son los lazos que se pueden crear, en la imagen que muchos tendrán de “nosotras” pues finalmente somos un objeto sexual y para ofrecer un producto en nuestra sociedad materialista en muchas ocasiones la presencia de una mujer en ropas ligeras parece que es fundamental. Yo pretendía mirar por la ventana mientras seguía en medio de este par, los cuales incluso daban detalles de mujeres con las que a veces se encontraban, mujeres con trajes que dejan ver claramente las curvas y siluetas, con escotes que ofrecen un panorama, pero por más grande que sea el escote el alma nunca se muestra sino por el contrario se esconde detrás de un pequeño cuadrito de tela. Parece que los hombres disfrutan dejar volar su imaginación hacia lo que hay detrás de unas prendas por eso yo siempre he pensado que la belleza interior es otra cuestión y que tan sólo algunos hombres estarán curiosos por descubrirla. No los culpo porque observo al mismo tiempo como la mujer se ofrece, como se vende como si fuera un maniquí en una vitrina reclamando a gritos la atención, olvidando su rol femenino por el hecho de capturar al sexo opuesto haciendo uso de su capacidad seductora.

Y cuando pienso en esto me miro a mi misma y decido que es mi alma la que entrego y no solamente mi cuerpo. Que hermoso es estar frente a un espejo y ver a la mujer soñadora que se esconde. Prefiero y me quedo mil veces con la mujer que no lo da en la primera cita porque prefiere esperar al príncipe y soñar con castillos, prefiere un hombre que note lo que un cuerpo desnudo no logra comunicar. Me quedo con estas mujeres y con estos hombres que dan al sexo un sentido mágico y profundo, ese significado que hoy brilla por su ausencia.

sábado, 13 de marzo de 2010

Un día para pensar en el Amor

Hace unas semanas se celebró el Día de San Valentín. Días antes de la fecha la ciudad se inundó de bombas, flores, tarjetas, peluches, chocolates y corazones.. todo esto con la intención de motivar a las personas a expresar el amor a aquellos seres con los que seguramente comparten la cotidianidad pero que en medio de la jornada tendemos a olvidar las pequeñas expresiones de afecto. Y mientras observaba esa dinámica me veía a mi misma sin la necesidad o sin el deseo de ser partícipe en la celebración, quizás porque en Colombia nuestra fecha es en septiembre o talvez porque en mi cabeza rondan nuevos pensamientos sobre lo que es el Amor. Y cuando me refiero al Amor no hablo en exclusivo de las relaciones afectivas con otros seres sino del sentimiento fraternal y universal en el que damos cobijo sin discriminación alguna a todo lo que nos rodea. Amamos incluso los Ideales, las enseñanzas de muchos filósofos que en el pasado dieron respuestas a nuestras actuales preguntas, amamos las flores que decoran nuestros pasos, amamos el Sol que nunca duda en hacer su aparición diaria – no hay opción para decir: Hoy no lo haré! Estoy cansado. Mejor mañana – y amamos también la lluvia que limpia y renueva.

Viviendo en Londres he tenido que descubrir la belleza en el invierno, en la lluvia, en la nieve, en el clima inestable, en la aparente frialdad de las personas. Si es lo que queremos, el corazón puede abrirse para amar a todo aquel/aquello que hace posible nuestra existencia. Un breve ejemplo que alguna vez escuché: Cuando estamos desayunando y degustamos esos alimentos, pensamos acaso en todos los seres que hay implicados? Aquel que sembró la fruta, el que la cosechó, el que la transportó, el que la vendió, etc.. Pensamos acaso en los rayos del sol que dieron vida a esa semilla, en el agua, el viento…etc.. En fin, no me extiendo pero fácilmente podría hacerlo para reconocer la interdependencia que existe y que a menudo ni siquiera agradecemos. Pero cuando nos conectamos con el Amor, ese que es sublime y profundo, dejamos la preocupación por el beneficio propio y disfrutamos la maravillosa posibilidad de crear lazos y de alimentar los que ya tenemos. Que diferente sería el mundo, cuanto podríamos crecer internamente si damos cobijo al Amor que libera, el que no espera, el que se entrega, el que no pesa, el que aumenta, el que no se agota sino que se multiplica al darlo. Si me encontrara con Cupido no dudaría un instante en pedirle que nos impregne de Amor.

Mientras caminaba "conscientemente"

Inspirada en un ejercicio budista del grupo al cual vengo asistiendo desde el año pasado me he motivado por unos cuantos días – y con la idea de incorporarlo en mis hábitos - a la práctica de “mindful walk” (caminata consciente). El acto de caminar entonces se puede tornar en una acción más consciente en donde incluso nuestro cuerpo y nuestra mente se conectan por instantes para dar la calurosa bienvenida a un sin número de sensaciones, ideas y vacíos. Y es que a veces nuestro caminar se torna en un trote, en estar a las carreras mirando un reloj que nos recuerda que debemos acelerar el paso para llegar a tiempo a nuestro destino. Por ello se nos ha olvidado lo profunda que puede llegar a ser una corta caminata cuando nos disponemos plenamente a vivirla, cuando nuestros sentidos se entregan por completo y entonces nuestros ojos empiezan a observar y a notar cosas que siempre han estado ahí pero que hemos ignorado; nuestros oídos se vuelven sensibles a cada sonido, algunos más armónicos que otros; nuestro cuerpo percibe su propio peso y tensión; nuestros labios degustan el sabor de la libertad y hasta incluso se nos da la posibilidad de oler nuestros propios recuerdos y proyectos.

Y esta experiencia que empezó como un reto dentro de mi curso se ha transformado en una actitud ante la vida. Debo reconocer que en ocasiones olvido y entonces me veo como muchos otros corriendo para alcanzar el bus – lo cual cuando llegué a Londres me sorprendía -, corriendo para coger el tren, corriendo para llegar puntual a mi trabajo, corriendo para lograr atender los compromisos que yo misma he colocado en mi vida… pero con frecuencia traigo a mi mente las enseñanzas budistas en este sentido y ese alto me permite de nuevo gozarme los minutos que a diario camino. Caminar es algo que todos hacemos, es algo sencillo, es algo que o se vuelve rutinario o lo enriquecemos con una nueva mirada, con el alma abierta para aprender de cada cosa que hay a nuestro alrededor: de cada ser que se atraviesa, de cada mensaje que está ahí afuera… detrás de un árbol, detrás de una sonrisa, detrás de un hombre ciego cruzando la calle, detrás de una pareja enamorada, detrás de un niño llorando, detrás de la lluvia… detrás de TODO. Y todo esto y más siempre han estado ahí esperando a que lo notemos pero ser parte de esta sociedad nos tiende a volver insensibles y a atender lo que supuestamente es más importante.