"Señora de los libros", "Señora de la Escritura",

lunes, 3 de mayo de 2010

El ingrediente secreto es nada...

Ayer compartí una película infantil Kung fu Panda con unos amigos y a pesar de ser un género infantil encontré elementos de reflexión que me robaron por momentos mis pensamientos pero afortunadamente no me desvelaron pues el cansancio acumulado me permitió disfrutar de horas extra de sueño en Paris. Para quienes han visto la película puede que les resulte más sencillo entender mis líneas. Panda descubre que el ingrediente secreto que su padre y sus antecesores han venido usando en su especial receta es: nada. Y luego en otra escena en la que recibe el tan anhelado pergamino con la sabiduría necesaria para ser un buen guerrero, lo abre y lo encuentra vacío “aparentemente” pues su imagen se refleja cual espejo.

Yo observo este tipo de imágenes y es como si algo se activara en mi ser para leer el profundo mensaje que se oculta tras un velo, velo que pocos muestran interés en remover hoy en día. Hace muchos años tuve la oportunidad de ver otra película sobre un hombre guerrero que debía pasar por un sin número de pruebas, arriesgando su vida, superando las dificultades, entre otras, para que al final pudiera encontrar el tesoro que inspiraba su aventura. Cuando lo abre se sorprende al ver frente a si mismo su propia imagen reflejada en un espejo. Definitivamente es ahí donde debemos buscar y no en otro lugar. Es ahí donde albergamos las herramientas, el poder, el potencial para abrir nuestras alas y alzar vuelo como Juan Salvador Gaviota, para no seguir eternamente sobrevolando la superficie.

Hay tanto que conocer de nosotros mismos pero a veces nos resulta más atractivo atender más los afanes de un mundo externo en el que se nos exige producir, consumir, volver a producir para volver a consumir y así sucesivamente. Y en medio de esa rutina y las preocupaciones por adquirir nuevas cosas para poder “ser felices” y satisfacer “nuestras necesidades”, el tiempo se nos empieza a pasar sin mirar hacia dentro de nosotros y sin alimentar nuestra vida interior. Así como nuestro cuerpo físico necesita de alimentos para mantenerse vital, con la misma urgencia e importancia nuestra vida interior requiere de otro tipo de alimentos que no se encuentran en las cadenas de almacenes que solemos visitar.

He aquí algunas sugerencias que desde mi propia experiencia puedo compartir:
- Propiciar espacios de silencio. Aprender a estar con nosotros mismos
- Tener contacto con la naturaleza. Salir a caminar. Sentarnos en un parque
- Hacer una pausa antes de comer. ( Esta es inspirada en mi hermana! )
- Caminar con conciencia y abrir los sentidos hacia dentro.
- Meditar
- Leer y pensar en eso que se ha leído
- Servir por una causa noble
- Compartir con la gente. Escuchar lo que otros tienen por contar.

Qué tal si construimos algunas otras ideas de cómo enriquecer nuestra vida interior a partir de las que se vivencian?
Agradeciendo desde ya su participación.

El eterno presente

He vuelto a recordar una frase que mi padre solía repetirme de niña, tantas veces lo hizo que me la aprendí y esta vez hace parte de lo que me inspira a escribir. “Qué es la vida? Un frenesí. Qué es la vida? Una ilusión. Que toda la vida es sueño y los sueños sueño son ... como a nuestro parecer todo tiempo pasado fue mejor”. Con frecuencia se tiende a mirar a aquello que ya no está en nuestras manos, aquellas memorias de tiempos en los que sonreíamos, en donde todo parecía ser más sencillo y fácil, tiempos en los que apenas se iniciaba y por lo tanto todo era más novedoso y al mismo lugar era enigmático porque no se lograba visualizar futuro alguno.

Siempre he sido una amante de los buenos recuerdos, trayéndolos a mi mente cuando considero necesario y por ello talvez es que termino descuidando por no decir evadiendo este presente que se nos ofrece a cada instante. Porque ni para que hablar del mañana si en gran parte es incierto, robando de nuevo la atención del aquí y el ahora. He leído algunos textos sobre ese poder o esa capacidad de vivir el eterno presente pero sin embargo en la práctica para ser sincera aún me muevo como un péndulo entre la visita nostálgica de un pasado y el ansioso y poco claro panorama del futuro. Imagino que se trata de un equilibrio armónico que nos permita vivir inteligentemente un día a día, basándonos en las experiencias y el aprendizaje adquirido y proyectando con mayor certeza y una gran dosis de flexibilidad lo que vendrá. Quisiera encontrar la fórmula mágica – y si alguno ya la tiene pues se las recomiendo – para solamente albergar lo bueno, lo positive, lo bonito en mi corazón y no dejar que la oscuridad ingrese pues es tan fácil que empiezo a percibir dolor, empiezo a identificar fricciones que para nada enriquecen.

Que tan importante se vuelve dar entonces prioridad al amor, al perdón, a la profunda comprensión de los seres humanos y de nuestra complejidad reflejada en las relaciones que establecemos. Si esta vida es tan solo una ilusión, si este viaje no es tan largo y es aquí y ahora en donde nos encontramos, pues deberíamos ser más concientes de rodearnos de espacios fraternos en donde dar un abrazo se convierte en lo natural y no en lo que escasea; en donde podemos entregarnos sin miedo alguno y sin necesidad de usar máscara alguna pues hay la libertad de ser quien se es. El hoy es lo que tenemos en frente. Estas líneas al ser leídas han quedado revoloteando en mi mente como un pájaro lo hace cuando hay una jaula que lo ha capturado. No pretendo que suceda lo mismo con ustedes pero si que nos obsequiemos unos segundos para digerir la frase con la que cierro esta entrada.

“El pasado es historia,
el futuro un misterio pero el HOY es un regalo,
por eso se llama PRESENTE”.

Gli Italiani sono molto gentili

Regresaré pronto a Londres con algunas pocas palabras en italiano que espero conservar en mi mente hasta una próxima aventura en esta bota itálica en la que brevemente y sin exagerar puedo decir pase unos días maravillosos en compañía de una familia colombo-italiana. Vine inicialmente a Bérgamo a reencontrame con una amiga colombiana, la cual fue mi profesora cuando yo era pequeñita. Me he sentido como en casa, creo que he sido adoptada por unos días y eso lo percibo ante la profunda generosidad que no creo yo tener. Pensé en esa valiosa virtud de dar y como muchas personas, en este caso esta familia en particular, tiene esa actitud de entregar sin condición. Muchas de las veces cuando damos y somos generosos es porque hay una pequeña dosis de interés, un deseo por sacar provecho o por lo menos de recibir un reconocimiento. Como quisiera erradicar este tipo de acciones en mi vida en donde se espera recompensa.

Recuerdo mientras escribo aquel cuento que narra que una vez un hombre se encontró con otro hombre y este segundo estaba sembrando unas semillas en el camino. El primer hombre se acercó y lo cuestionó sobre lo absurdo que era estar sembrando semillas por todo el tiempo que implicaba esperar para obtener los frutos. Y el hombre continuó haciéndolo mientras decía algo como “aquellos árboles que yo he disfrutado y de los cuales he podido recoger frutos los sembró alguien que pensó en los que vendrían después”. Y eso es dar sin esperar, eso es entregarse sin egoísmos. Como parte de una sorpresa familiar resulté yendo a Milán y a Venecia. Y lo positivo de no planearlo es que aquello que llegó fue bienvenido y las expectativas que había construido de alguna manera no solamente se cumplieron sino que sobrepasaron mi pensar. Recorrí algunos de sus sitios turísticos compartiendo un poco y esta vez tomando menos fotos de lo que usualmente tomo. Italia me dio calor humano y del sol también; me regaló un buen sabor de pasta, pizza y helados; recorrí lugares que me hacían pensar en una vida más tranquila y en el contacto con la naturaleza.

Es increíble como los lazos que se han construido en algún momento se sigan manteniendo a pesar del tiempo y de la distancia. Vi fotos de mi niñez en las que compartía con mi amiga y ahora siento que puedo mirar sus ojos y leer un poco en ellos de su propia historia y de lo que en algunas conversaciones pudimos compartir. La generosidad será parte de mi reflexión para las próximas semanas. Estoy segura que si todos diéramos un poco más, incluso, estoy casi segura que si lo damos todo nunca nos faltará porque es como una fuente permanente que fluye, que va y viene sin que haya necesidad de esperarlo.